La explosión del lenguaje

¿Alguna vez has pensado cómo aprendemos nuestra lengua materna? ¿cómo “sin querer” aprendemos, no solo palabras, sino toda la gramática de una lengua haciéndola propia?

El ser humano no nace con una lengua establecida en función de sus progenitores, sino que nace con la capacidad y con el sistema preparado para desarrollar un lenguaje complejo y rico. Esta capacidad asombrosa le ha permitido crear redes de conexión con otros homo sapiens sapiens, creando así grandes civilizaciones e imperios.

Profundizando un poco más en el tema, nos damos cuenta que el ser humano además tiene una sensibilidad especial para desarrollar este lenguaje. María Montessori lo llama periodos sensitivos, son momentos de nuestra vida en que toda nuestra energía creativa se dirige a alcanzar y dominar aquello que más necesitamos para desarrollarnos.

Una sensibilidad que se nos hace visible a los ojos de los adultos y adultas que acompañamos a la infancia: los bebes son capaces de discernir entre los sonidos del lenguaje humano y los de otros animales, como si una voz interna les dijera hacia donde tienen que dirigir su atención.

Otra prueba observable de este periodo sensitivo es prestar atención hacia dónde dirige el bebé su mirada cuando una persona adulta le habla, hacia los 4 meses aproximadamente se dan cuenta que esos sonidos proceden de la boca y ahí dirigen toda su atención.

Durante los primeros dos años, los niños y niñas absorberán de manera inconsciente y natural, es decir, sin fatiga y con alegría, todo sonido, palabra, frase, gesto y mirada. Intentarán imitar, probar, y el feedback de las personas adultas será clave. No me refiero hacer una fiesta “reforzando de forma positiva” cada intento, sino contestar de manera natural como si de una conversación se tratara.

Emmi Pikler, pediatra que dedicó toda su vida a estudiar y fomentar las condiciones óptimas para el desarrollo integral del ser humano en sus primeros años, defiende, simplificando mucho, una comunicación verbal rica, no infantilizada, respondiendo a cada intento del bebé, poniendo palabras a momentos y gestos como si una voz en off se tratará.

A los dos años, aproximadamente, ocurre una explosión. Todo lo absorbido empieza a dar sus frutos y sin querer, un día los niños y niñas empiezan a hablar. Primero ha estado probando con los sonidos, pero ahora ya es el momento de las palabras, primero nombres, verbos, adjetivos.

Todo listo para su uso con la intención de expresar al máximo su propia voluntad y el despertar de su consciencia. El niño construye su propio lenguaje, los adultos no lo enseñamos, pero como si de un milagro se tratara, ellos lo aprenden.

¿Cómo podemos entonces ayudar a este milagro para que su construcción sea positiva, rica y sus cimientos sean fuertes? Siguiendo de nuevo el estudio científico de la doctora Montessori, el niño necesitará de un adulto que propicie un espacio rico en lenguaje así como una actitud de respeto y feedback que lo acompañe.

En los próximos post veremos cómo podemos ayudar a nuestros hijos e hijas y/o estudiantes en este precioso camino de la creación de nuestro lenguaje, y al fin y al cabo de nuestra personalidad.