Acompañando el lenguaje desde la presencia y el respeto

Comunicación niño adulto

Cuando empezamos este viaje sobre cómo apoyar en el desarrollo del lenguaje, vimos la importancia de preparar un ambiente rico en propuestas, también nos acercamos a un tipo de adulto que acompaña al niño o niña desde la palabra y el respeto.

En el post anterior, hablábamos sobre la voz en off y el lenguaje infantilizado, hoy quiero hablaros de otra parte muy importante en la comunicación: la escucha y la presencia.

Pensemos en los primeros pinitos que hace un niño o una niña a la hora de hablar o balbucear, y comparémoslo con los primeros trazos de un artista sobre un lienzo, ¡qué maravilloso sería ver a Rembrandt en su etapa infantil dando sus primeros pasos en la pintura!

Al igual que los artistas en sus campos, nuestros hijos e hijas, alumnos y alumnas se convertirán un día en unos genios del lenguaje. Podrán expresarse con soltura en su propia lengua, y crear a partir de donde no había nada, adecuar la gramática, el léxico, sin importar si hablan en alemán o chino.

Los adultos debemos estar ahí para acompañar esos primeros pasos en el lenguaje, con presencia y escucha. Tomar consciencia del momento, respetarlo y no intentar controlarlo. No debemos juzgar al niño, ni corregirlo, sino escucharlo activamente y respetar su tono, su balbuceo e incluso su disfluencia típica de los 2 años, esa repetición que a veces parece tartamudeo, pero es totalmente normal en el proceso.

¿Qué decimos entonces? Si ya somos conscientes de la comunicación que se está realizando en ese momento, es decir, nos centramos en el aquí y en el ahora, sin juzgar, sin prejuicios y escuchando atentamente lo que el pequeño nos quiere decir, podemos contestarle formulando de nuevo su frase, y haciendo pequeñas preguntas para que siga con su discurso.

Si por ejemplo nos dice “agua, aquí” tenemos que observar y dar una aproximación a su mensaje “estabas bebiendo agua del vaso, ¿y se te ha caído a la camiseta? ¿necesitas ayuda?”. Ella o él seguirá contestándote y podréis tener una conversación real y enriquecedora para ambos.

¿Qué hubiera podido sentir la niña o el niño si contestamos juzgando o adelantándonos? Del estilo: ¡Madre mía! ¿qué ha pasado? ¿Otra vez se te ha caído el agua? Y solucionamos el problema. La próxima vez seguramente no intentará comunicároslo y habremos perdido la oportunidad de comunicarnos y de acompañarlos ante un aprendizaje.

¿Qué pasa si cuando se intentan comunicar no les entendemos? Esta sensación de no entenderles es algo que les frustra mucho y en ocasiones puede ser motivo de una rabieta.

Si es debido a un obstáculo en su boca como puede ser un chupete o comida podemos pedirles con respeto que necesitan su boca libre para poderlos entender, y simplemente esperar. Si es debido a un lenguaje inmaduro, podemos ponernos el sombrero de Sherlock Holmes y observar.

Obviamente también podemos preguntar si lo que nos está intentando decir es esto o aquello, sin embargo, muchas preguntas también atoran. Así que antes de hacerles un interrogatorio en primer grado, observemos la situación, démosles de nuevo presencia. ¿Qué estaban haciendo en ese momento? ¿Qué hacen sus manos?

O podemos simplemente darles nuestra mano y pedirles que nos muestren aquello que nos dicen. A veces, no les entendemos porque están muy disgustados o enfadados, atendamos primero esa emoción desde la calma “llora todo lo que necesites y después vemos qué ha pasado. ¿Quieres un abrazo?”

Tenemos la oportunidad con los niños y niñas de practicar nuestra presencia y escucha. Hoy en día tenemos miles de cursos sobre mindfulness y meditación, online, presenciales, en podcast, en libros, etc. Sin embargo, los niños y niñas son los maestros más humildes que nos podemos encontrar, ellos viven en el aquí y en el ahora, y precisan de nuestra presencia para su desarrollo del lenguaje y todo su desarrollo en general.

¡Ahora nos toca practicar!