El lenguaje al alcance de los niños y niñas

En el anterior post vimos cómo se desarrollaba el lenguaje en los primeros años, cómo el niño o niña, de manera totalmente natural, desarrollaba su lenguaje materno y cómo este definía su identidad y personalidad. También hicimos presentes esos momentos de sensibilidad de aprendizaje en la infancia, unos periodos sensibles capaces de enfocar nuestras energías en aprender aquello que necesitamos para nuestro desarrollo y supervivencia.

Retomamos de nuevo el tema y rescatamos la pregunta del anterior post ¿cómo podemos, entonces, ayudar a este milagro para que su construcción sea positiva, rica y sus cimientos sean fuertes?

Para contestarla muchos autores y autoras del campo de la pedagogía, psicología e incluso psiquiatría han elaborado diferentes corrientes o propuestas en pos de un desarrollo rico del lenguaje.

En nuestro caso vamos a abordar esta pregunta resolviéndola desde el enfoque de María Montessori, una pedagogía que casa con los más recientes estudios de neurociencia sobre el proceso de adquisición del lenguaje y de la lectoescritura.

Ambiente preparado

Los niños y niñas de 0 a 6 años aprenden a través de sus vivencias y experiencias con el entorno, absorbiendo todo lo que les envuelve sin fatiga. Por ello, y para que esa absorción sea positiva y enriquecedora, debemos ofrecer a la infancia un espacio preparado psicológicamente.

Esto significa que vamos a tener en cuenta todas las características psicológicas, físicas y emocionales propias de esta etapa para diseñar un ambiente preparado donde, con libertad de elección, el niño o niña pueda disfrutar de él.

Para entenderlo mejor pensemos por ejemplo en cualquier animal de la tierra, no importa su tamaño o sus características, seguramente, y si el ser humano no ha intervenido, encontrará todo lo necesario para desarrollarse a su alrededor. A estos entornos los denominamos hábitats naturales y son claves para la supervivencia de la especie.

¿Cuál sería el entorno o el ambiente ideal para poder desarrollar un lenguaje rico que nos defina y con el que podamos expresar nuestra personalidad?

Un ambiente preparado debe ofrecer diferentes estímulos que sean de interés para el niño y que además pueda interactuar con ellos, no solo observarlos sino también manipularlos.

Para los más pequeños, entre 0 a 3 años, es muy importante que tengan acceso a propuestas de lenguaje oral: canciones, poesías, rimas, historias y la conversación natural del día a día.

Estas propuestas pueden ir acompañadas de material físico como pueden ser tarjetas con imágenes (lo más realistas posibles) o algún objeto, sirviendo este de excusa o de manipulación para introducir esa poesía, canción, rima, etc. Para ello, es importante tener en cuenta que la educadora o la familia debe crear un clima de amor y respeto; es tan importante este papel que le dedicaremos un post entero próximamente.

Siguiendo con la preparación de este ambiente, los niños y niñas deben tener acceso, también, a un conjunto de propuestas para enriquecer su vocabulario.

Para ello, podemos tener miniaturas u objetos reales y aprender así sus nombres. Estos objetos o miniaturas pueden estar clasificados en grupos, como pueden ser los animales del mar, objetos o utensilios de cocina, etc. También podemos ofrecer tarjetas o libros con imágenes reales.

En los ambientes Montessori, estas propuestas se ofrecen a través de la lección de tres tiempos. En el primer tiempo nombramos lo que se observa, por ejemplo “caballo”; en el segundo tiempo identificamos, por ejemplo “¿Dónde está el caballo?” o “¿Puedes darme el caballo?”; y en el tercer tiempo, siempre y cuando el niño o niña pueda hablar, pedimos que nombre, por ejemplo “¿Qué es?” (con el caballo en la mano).

Esta lección de tres tiempos se recomienda hacerla con pocos elementos, entre 2 y 4, en función de la edad y del vocabulario conocido. En estos tres pasos podemos añadirle más “magia” haciendo juegos de identificación en el segundo tiempo, como por ejemplo “esconde el caballo” o si se trata de objetos los podemos introducir en una bolsa y encontrarlos solo con nuestro sentido del tacto, ayudando así en la abstracción del objeto y su reconocimiento ( a partir del año y medio o dos años).

Estas propuestas podemos ofrecerlas en una estantería a la altura del niño o niña e ir presentándolas poco a poco, y también, sobre todo con los más pequeños, dejando que descubran y manipulen.

Lo ideal, en casa, es ofrecer entre 4 y 6 propuestas a la vez, e ir rotándolas o haciéndolas cada vez más complejas según los intereses y características de los niños y niñas. En la escuela debemos tener toda un área de lenguaje que incluya estos grupos de actividades, ofreciendo entre 6 y 8 propuestas de lenguaje oral, y de igual manera del grupo de enriquecimiento del vocabulario.

En este post hemos visto a grandes rasgos cómo puede ser la intervención del adulto y qué materiales podemos proponer a los niños y niñas para ayudarles en el desarrollo del lenguaje. En el siguiente post, nos adentraremos en la intervención del adulto/a en relación con el acompañamiento de este desarrollo.